lunes, 26 de julio de 2021

Brynn



Saludos tropa en la entrada de hoy os traigo la traducción de la historia corta sobre Brynn la heroína de Descent legends of the dark publicada por FFG USA  que la podréis leer en ingles aquí y que está escrita por Robbie Macniven el escritor de una de las nuevas novelas sobres Descent, Doom Of Fallowhearth espero que la disfrutéis.                                                                   

                                                                      BRYNN 

                                               ROBBIE MACNIVEN

Este lugar había sido una vez un hogar. Ahora eran cenizas, los tocones carbonizados de los cimientos de madera, humeaban perezosamente a la luz del amanecer.

     Brynn se agachó y corrió pasando la parte curva de su espada a través de la ropa raída del guerrero Uthuk a sus pies, alejándolo de un golpe. Un golpe vertical en el hombro derecho atravesó la mitad del pecho del adorador de demonios y lo mato instantáneamente.

     Era uno de los siete cuerpos que yacían esparcidos alrededor de Brynn, en el corazón de lo que alguna vez fue una aldea agrícola al borde de la frontera de la baronía entre Kell y Dhernas. Los había atrapado en medio de las ruinas humeantes, erigiendo un poste coronado con un cráneo de oveja con uno de los viles símbolos del Enjambre de Langostas embadurnado en sangre.

     Solo eran rezagados. El grupo principal de guerra había pasado la noche anterior, avanzando antes de que saliera sol.

     Brynn había estado cazándolos durante las últimas dos semanas, había hablado con suficientes supervivientes que quedaban en toda la devastación para saber quién los dirigía: Willem Morant, antiguo senescal de la Ciudadela, un campeón de Kell y un afamado mariscal. Ahora era Morant el traidor, Morant el asesino de parientes, Morant el adorador de demonios, sus crímenes quedaron expuestos cuando la Ciudadela había caído.

     Brynn se puso de pie y envainó su espada, observando la terrible quietud que la rodeaba. Ninguna de la docena de casas, graneros y dependencias seguía en pie. El ganado había sido sacrificado en sus corrales y abandonado para que se pudriera.Había pocos indicios de la gente que había llamado hogar al pueblo, aunque Brynn podía olerlos. Sus huesos calcinados formaban parte de las cenizas. 

     Había visto la misma escena demasiadas veces recientemente. Ciudades y aldeas incendiadas, sus poblaciones aniquiladas, quemadas vivas, o masacradas ritualmente, o simplemente descuartizadas y destrozadas en la marabunta del derramamiento de sangre del que se alimentan los Uthuk y sus amos demoníacos. Cada vez, Brynn había llegado demasiado tarde, cada vez ella había jurado vengar a los muertos inocentes y cada vez le había recordado la Ciudadela.

     Los Uthuk habían caído sobre la gran fortaleza de Archaut sin previo aviso, y los mariscales y compañeros de Brynn estaban totalmente desprevenidos. Habían sido traicionados, por Morant y por otros “orgullosos defensores de Terrinoth”, defensores de Terrinoth que se habían convertido en malvados y  sanguinarios por las mentiras hambrientas  que se susurraban en oscuros lugares. 

     La campana de la alarma había sonado demasiado tarde, Brynn había sido la primera en salir de su cama, la primera en llegar a la puerta de su barracon. Irónicamente, habría sido la primera en morir, si la explosión mágica no hubiera arrancado la puerta, y esta la dejo atrapada e indefensa bajo los escombros. Había observado, llorando lágrimas de rabia, escuchando las carcajadas de las brujas de sangre de los Uthuk cuando asesinaban a sus amigos.

     Morant había ayudado a la matanza. Brynn le había visto matar a su compañero de litera, Floren, con su propia espada, el otrora orgulloso acero, ahora corría con la sangre de aquellos que se suponía que debía proteger y cuidar. 




     Cuando finalmente se liberó, todo había terminado. La misma terrible quietud, el mismo silencio mórbido, que ahora experimentaba al estar sobre los restos incendiados de la aldea se había instalado en toda la Ciudadela. Ella había vagado por los pasillos y corredores donde había pasado sus años más felices, sola, abriéndose paso entre cuerpos ensangrentados y encontrando en cada uno de ellos un amigo, un mentor o un tutor

     No todos los mariscales estaban en la Ciudadela cuando esta cayó. Aquellos que pudieron, abandonaron sus deberes al frente de las defensas de Terrinoth contra los Uthuk y se reunieron una vez más en la gran fortaleza. Brynn se quedó solo para ayudar con los ritos funerarios. Las palabras de Alys Rayne volvían a ella. Más que cualquiera de los otros Mariscales, era tanto una amiga como una mentora, y ofrecía sus consejos libremente cuando se había inscrito en la Ciudadela.

     -Recuerda lo que os enseñé a ti y a los demás iniciados en vuestro primer día-, había dicho Alys. -Los mariscales protegen a Terrinoth-. -Somos el escudo del pueblo, No buscamos la venganza por la venganza-.

     Había luchado con ese consejo, luchado para ser honesta con el deseo de llevar a Morant ante la justicia, hasta que se había dado cuenta de que todas las personas a las que Alys había dado esa lección ese día estaban ahora muertas. Independientemente de las palabras de su mentor, era su deber vengarlos.

     Había salido a caballo, siguiendo a los Uthuk. Se había separado en diferentes partidas de guerra después de la atrocidad, así que ella había elegido el que se dirigía hacia el norte hacia su baronía natal, Forthyn. Ella había estado avanzando tras ellos desde entonces.

     Un sonido sacó a Brynn de sus pensamientos. Golpes de cascos. Se volvió bruscamente entre las ruinas de la plaza del pueblo, su espada empezó a susurrar una vez más en su vaina.

     Se acercan unos jinetes. Habían superado la colina más cercana y se dirigían al galope hacia la aldea, levantando polvo, levantó una mano para protegerse los ojos del resplandor de la mañana.

     Eran cuatro, uno de ellos llevaba un banderín que brillaba bajo el sol, una onda de color en medio de la madera carbonizada y el humo en espiral. Distinguió el escudo: un alerón dorado sobre un campo azul. Era el símbolo heráldico de su tía, Adelynn, la Baronesa de Forthyn.

     La espada se quedó en su puño.

     Los jinetes se adentraron en el pueblo y se detuvieron bruscamente delante de ella, los corceles resoplaban y golpeaban la tierra levantando nubes de ceniza. El jinete que iba en cabeza la miró fijamente. Era corpulento y sonrojado por el esfuerzo, vestido con un chaqueta roja con una capa bordada en oro sobre un hombro, Brynn lo reconoció, su nombre era Gerold, y él fue uno de los era uno de los consejeros de la corte de Adelynn.

     Una sensación de aprensión comenzó a apoderarse de ella.

     -Lady Brynn-, dijo Gerold  al reconocerla, una mirada de puro alivio reemplazó su expresión cautelosa.

     Siempre se había dirigido a ella como "dama", a pesar de la cantidad de veces que ella le había dicho que no buscaba otro título que el de Mariscal.

     -Temí que nunca te alcanzaríamos-, prosiguió, desmontando con cierta dificultad y lanzando las  riendas a uno de sus compañeros. -Dijeron en la Ciudadela que estabas en el camino, cazando a los Uthuk Y’llan-.

     -¿Por qué me has estado buscando, Gerold?- preguntó ella mientras se acercaba. -Kell ya no es un lugar seguro para estar por fuera, incluso para los representantes de mi tía -.

     -Eso parece-, respondió Gerold, echando una mirada preocupada sobre las ruinas del pueblo.   -Kellos lo sabe, yo no he salido de Highmont en años, pero la necesidad no podría ser más urgente, y la baronesa Adelynn no confiaría esta tarea a nadie más-.



     -¿Qué ha pasado?- Preguntó Brynn, redoblando sus temores. Gerold frunció los labios, como si eligiera sus palabras con cuidado, -Su prima, Lady Kathryn, ha muerto-, dijo.

     -No puede ser-, respondió Brynn, preguntándose si había escuchado mal. La consternación superó todos los demás pensamientos, su mente se negaba a aceptar lo que Gerold decía como cierto.

     -Los detalles se han ocultado a la gente, para evitarles más problemas-, continuó Gerold, su expresión rubicunda era grave. -Pero Alto Forthyn ha sido atacado por fuerzas oscuras. Tu prima fue asesinada cuando intento repelerlos-.

     -¿Los Uthuk?- preguntó Brynn bruscamente, con el corazón acelerado. No podía creer que esto estuviera sucediendo, no después de todo lo que ya había soportado en las últimas semanas.

     -Parece que no. Los informes aún son incompletos, pero hay rumores de nigromancia-.

     -¿Cómo puede ser esto?- Brynn exigió, la ira y el dolor entro en  guerra dentro de ella. Ella había conocido a Kathryn desde sus visitas a Highmont, la sede del poder de su tía. Las dos habían jugado juntas cuando eran niñas, Kathryn sugiriendo siempre búsquedas imaginarias a través de los parterres y pasillos de la ciudadela de Highmont.

     Cuando Brynn la había visto por última vez, varios años antes, Kathryn se preparaba para asumir sus primeros deberes como noble de Forthyn, asumiendo el control de la región superior de la baronía. Estaba nerviosa y emocionada a partes iguales.

     -No puedo creer que esté muerta-, murmuró Brynn, sacudiendo la cabeza. -Mi tía debe estar angustiada-.

     -Toda la baronía está de luto, mi señora-, dijo Gerold, con un tono cada vez más urgente. -Pero en tiempos como estos, la acción también es muy necesaria. Ahora que Lady Kathryn ha fallecido, la baronesa está ansiosa por asegurar la línea de sucesión-.

     Brynn había temido este momento desde que vio la heráldica de Forthyn. Su madre había sido una aventurera que había criado a Brynn en las frías y salvajes calles de Frostgate, donde los miembros del clan y los pícaros habían sido sus compañeros y amigos más cercanos, pero el hombre al que había amado, el padre de Brynn, había sido el hermano menor de la baronesa Adelynn.

     Aunque había preferido la vida como esposa en el clan a la de la corte de Highmont, sus conexiones todavía proporcionaron a su hija un vínculo con los gobernantes de Forthyn.

     -No iré contigo-, le dijo a Gerold. -Soy una mariscal de la Ciudadela, no un miembro de la corte de mi tía, creí que ella lo había entendido

     -Siempre fuisteis la tercera en la línea de la baronía, mi señora-, dijo Gerold. -Ahora que hemos perdido a su prima, usted es la heredera directa de Adelynn. La línea de sucesión está clara-.

     -He tomado los votos del Mariscal-, repitió Brynn escuetamente, señalando los cuerpos de los Uthuk y tratando de no pensar en cómo se habían administrado esos votos. Cuando se matriculó por primera vez en la Ciudadela, había imaginado que su ceremonia de juramento se llevaría a cabo como todas las demás, entre sus compañeros de clase en la gloria resonante de la gran capilla, con sus palabras de fe y deber resonando desde sus vidrieras y su techo abovedado. En lugar de ello, se había arrodillado, sola, ante una figura que sustituía al Gran Alcaide y había pronunciado las frases requeridas, mientras detrás de ella seguían sacando cuerpos y limpiando la sangre de las losas.

     -He estado siguiendo a estos animales desde la masacre de la Ciudadela-, continuó. -Han estado dejando un rastro de devastación por todo Kell. ¿Cuántas vidas más se perderán si no los alcanzo?-

     Gerold suspiró, miró a los otros jinetes y luego volvió a mirar a Brynn.

     -Si no lo haces por el bien de la baronía, hazlo por tu tía. Ella está asediada por las dificultades. Perder su única y amada hija es suficientemente malo, pero ahora más que nunca lleva el peso del futuro de la baronía sobre sus hombros. Forthyn no puede permitirse una crisis de sucesión en tiempos como estos-.



     -¿Me estás diciendo que es mi deber?- Dijo Brynn. -¿Que aceptar mi lugar como heredera de mi tía sería para el bien mayor? ¿Que abandonar esta cacería es de alguna manera la elección justa?-

    -Te pido que vengas a Highmont y al menos discutas esos asuntos-, dijo Gerold. -Estamos en el precipicio, Lady Brynn. Si la baronía pierde a su líder y cae, miles perecerán-.

     Brynn desvió la mirada, con el rostro fijo mientras luchaba con sus pensamientos. Recordó los gritos que habían sonado en la ciudadela, el olor a sangre, las risas de los Uthuk. Recordó a Morant, perdido en un oscuro frenesí, su rostro, antes noble, en una mueca de furia y sed de sangre. ¿Quién podría castigarlo por sus crímenes si no era ella? ¿Quién más adecuada para administrar justicia que la que había sobrevivido a la masacre que él había ayudado a orquestar?

     -No puedo dejar de notar, mi señora-, dijo Gerold lentamente. -Que aún tenéis la espada desenvainada-.

     Brynn miró hacia abajo, sorprendida, y se dio cuenta de que el consejero tenía razón. Su agarre del acero curvado era tan firme que había empezado a temblar. Sintió una repentina e inesperada punzada de vergüenza al recordar otra de las lecciones de Alys.

     -La espada y el escudo son vuestras herramientas, cada una digna por derecho propio-, había dicho el Alcaide a la clase, mientras la luz del sol entraba por las altas ventanas abiertas del scriptorium de la Ciudadela, atrapando las motas de polvo que flotaban en el cálido aire del verano. -Podéis preferir algo más que lo anterior. Un martillo de guerra, una maza, una bracamarte, o cualquier número de herramientas mortales, pero todas son muy parecidas en su propósito. Están forjadas para matar. Sea cual sea el arma que empuñéis, hacerlo con honor, pero aprender a honrar aún más vuestro escudo... Todas las espadas cantan a la muerte, pero el escudo, representa la vida. Protege, defiende. La espada es necesaria, pero el escudo es justo. No lo olvidéis-.

     Brynn miró el arma que tenía en la mano y el escudo que llevaba en el otro brazo. Se dio cuenta de que, durante el cuerpo a cuerpo en el que había caído sobre los rezagados de Uthuk, llena de furia vengativa, no lo había usado ni una sola vez. Sólo la espada.

     Envainó el arma, tomó aire y miró a Gerold.

     -No prometo nada todavía-, dijo, con un tono firme. -Pero voy a suspender esta cacería. Una cruda búsqueda de venganza es un camino que no tiene buen fin. Ahora lo veo. Voy a buscar a mi antigua tutora, Alys, y ofreceré formalmente mi renuncia a los mariscales. Luego viajaré a Highmont, y hablaré con mi tía. Si los dioses quieren, podremos resolver esto. Pero pase lo que pase, Gerold, cumpliré con mi deber. Eso, te lo juro-.



2 comentarios:

  1. Muchas gracias por otra magnífica traducción!! Me encantan estos relatos cortos que nos dan a conocer un poco sobre la historia de los personajes del juego.

    Un saludo

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