martes, 5 de octubre de 2021

KEHLI


Saludos tropa en la entrada de hoy os traigo la traducción de la siguiente historia corta sobre Kehli la enana de Descent legends of the dark publicada por FFG USA  que la podréis leer en ingles aquí y que está escrita de nuevo por Robbie Macniven espero que la disfrutéis pues esta historia es la más larga de los seis héroes hasta ahora.

                                                                        KEHLI

                                                 ROBBIE MACNIVEN


El elfo miró a Kehli con los ojos entrecerrados y negó con la cabeza.

     -Lo siento, pero he hablado con mis compañeros y no creemos que encajes bien en nuestro grupo-.

     Ella le sonrió, con las manos en las caderas.

     -¿Y por qué?-, preguntó. La expresión del elfo se tornó impasible, señal inequívoca de que iba a disuadirla con alguna excusa cualquiera.

     -Mis compañeros y yo nos conocemos-, dijo. -Hemos participado en varias expediciones juntos-.

     -Dudo que lo haya hecho-, dijo dijo Kehli, señalando junto al lúgubre elfo los dos carros y la gente que los cargaba. El más cercano era un joven escuálido y con cara de viruela, vestido con una túnica marrón oscura que le quedaba grande. Cuando el elfo miró hacia atrás, dejó caer un barril que había estado manipulando sobre uno de los carromatos y soltó un grito de dolor al aterrizar de lleno en su pie.

     -El señor Landon está matriculado en la Universidad de Greyhaven-, dijo el elfo de forma escueta, moviéndose para bloquear la vista de Kehli sobre el muchacho mientras intentaba débilmente levantar el barril una vez más.

     -¿Quieres decir que es un estudiante flaco que no sabe manejar su cerveza?- preguntó Kehli.

     -Tiene una piedra rúnica-, siseó el elfo. Kehli levantó los brazos fingiendo sorpresa, sin impresionarse por el concepto de una fuente extrínseca de magia, que cualquiera podía coger y utilizar.

    -Perdóname, no tenía ni idea de que tu grupo había conseguido los servicios de un maestro hechicero-, exclamó. -¡Tengan cuidado de que no los vuele a todos al Ynfernael con ella!-

     El elfo se burló, endureciendo aún más su expresión.

     -La caravana principal a Vynelvale parte dentro de tres días-, dijo. -Estoy seguro de que podrás encontrar a alguien en la Ciudad Libre dispuesto a contratarte-.

        

     -Pero no alguien que se dirige a Sudanya-, señaló Kehli.

     -Ese no es mi problema-, dijo el elfo. -Te deseo un buen día, Dunwarr-.

     El nombre del elfo era Nebulan, aparentemente. Sus acompañantes eran un orco llamado Korren, una mujer llamada Frenela y el desafortunado maestro Landon. Korren era claramente el músculo del grupo, un guerrero con aspecto de oso vestido con una vieja cota de malla, una maltrecha joruca que llevaba el escudo de la baronía de Telor en el pecho. A Frenela, Kehli la habría confundido inicialmente con una elfa, si no hubiera sido tan baja de estatura y no hubiera tenido orejas de mala muerte. Todavía no estaba segura de lo que ofrecía al grupo, más allá del laúd que llevaba atado a la espalda y del hecho de que la había notado mirando fijamente a Nebulan varias veces.

     Todo esto lo había percibido Kehli desde que se encontró con la pequeña caravana reunida en el bullicioso corazón del centro de Morwind. El lugar, un puesto comercial en las fronteras del este de Terrinoth, se consideraba una ciudad libre en ciernes, y atraía a todo tipo de pícaros y malhechores de las baronías del este.

     Kehli había ido allí en busca de empleo y de problemas. Creía que a menudo eran la misma cosa. Su situación se había agravado aún más de lo habitual en Hadranhold: ser miembro de los gremios de alquimistas y herreros estaba muy prohibido en la sociedad enana, y Kehli se había encontrado a punto de ser descubierta por ambas partes de sus respectivos oficios. Había decidido, al menos al principio, que la mejor manera de garantizar su posición era simplemente ganar suficiente renombre y riqueza para asegurarse de que no la desafiarían, y así había empacado su martillo, su escudo y su ballesta, y había partido hacia nuevos horizontes.

     Desde que tenía uso de razón, había tenido el deseo de viajar. Su padre había sido un cronista de la saga Thelgrim. Durante el día había enseñado a otros en la Sala de los Ancestros, impartiendo la historia antigua de los Dunwarr a los que venían a escuchar y aprender, pero por la noche había acunado a su única hija en brazos y le había contado sus propios cuentos. Habían estado repletos de campeones acorazados y dragones aterradores, nigromantes intrigantes y sabios rúnicos, pícaros gatunos y monstruos de Ynfernael. Los había conocido a todos antes de que el sueño se la llevara, y había viajado con ellos a desiertos lejanos, a selvas sudorosas y a cumbres cubiertas de ventiscas, explorando elevadas y pétreas ciudadelas y las arboledas embrujadas de los Aymhelin.

     Kehli había decidido conocerlos todos algún día, y más. Cuando creció le parecía un sueño, agobiada por las crecientes preocupaciones de la realidad, pero cuando su padre se marchó decidió poner en práctica las historias que había memorizado. Desde entonces, no ha dejado de viajar.

     Sudanya era uno de los lugares que se había perdido. La ciudad perdida había aparecido varias veces en los cuentos de su padre, un reino embrujado de piedras rotas y criptas llenas de tesoros. Después de dejar Hadranhold, decidió que ahora era el mejor momento.

     Era lamentable que Nebulan no pareciera quererla. Los aventureros podían ser así a veces, según su experiencia. No estaba segura de qué los había desanimado, tal vez era demasiado alegre para para el agrio elfo. En cualquier caso, viajaría a Sudanya con ellos, lo supieran o no.

     No fue difícil entrar en el mayor de sus dos carros. Nebulan se enzarzó en una discusión con Landon después de que el joven dejara caer otro barril. Kehli aprovechó su oportunidad, y entró antes de que nadie se diera cuenta, ocultándose detrás de un cofre en la parte trasera del transporte.

     Siempre había querido formar parte de un grupo de aventureros. Parecía que hoy iba a ser su día de suerte.

     -¿Estás seguro de que este es el mejor lugar para parar?- preguntó Landon con nerviosismo, sin apartar la vista de los árboles circundantes.

     -Absolutamente-, respondió Nebulan, con voz tersa. -Estamos a medio día de viaje de Sudanya, y no queremos llegar a la ciudad después de que oscurezca. Descansaremos aquí esta noche y seguiremos mañana-.

     Landon lanzó alguna queja más, pero Nebulán lo ignoró. El muchacho no había hecho más que quejarse y lloriquear desde que habían partido de Morwind. Sólo lo había aceptado en el grupo porque Frenela creía que necesitaban un hechicero con ellos, y empezaba a dudar mucho de que hubiera siquiera una pizca de magia en el repertorio del estudiante de Greyhaven.

     Además, Nebulan no quería admitir que estaban perdidos. No estaba seguro de cuándo había sucedido exactamente, pero no recordaba su ubicación actual por las historias que había escuchado sobre las desmoronadas ruinas de Sudanya. Les habían prometido templos y palacios antiguos repletos de tesoros polvorientos. En cambio, se habían extraviado en un bosque muerto y seco, un lugar de polvo y madera erizada, frágil como el hueso. El único consuelo era que no habían perdido el rastro que seguían.

     -Enciende un fuego-, ordenó a Korren, que se limitó a gruñir. Frenela se dirigió a la parte trasera del carro de equipaje, arrastrando un saco de avena y un puñado de manzanas de uno de los barriles del interior. En un principio, Landon se había encargado de preparar las comidas del grupo, pero Nebulan estaba convencido de que estaba robando comida, así que había puesto a Frenela a cargo de las provisiones.

     -¿Has oído eso?- preguntó Landon bruscamente. Había estado dando de comer una manzana al poni que tiraba del carro delantero, pero había soltado un ligero grito y ahora miraba los árboles de alrededor con los ojos muy abiertos. Nebulan suspiró audiblemente.

     -¿Oír qué?-

     -No lo sé-, dijo patéticamente el joven. "Sonó como si algo se moviera, por allí".

     Señaló un grupo de árboles cercanos, cuyas ramas estaban retorcidas y agrietadas. Nebulan suspiró, sacó su daga y se acercó a ellos, golpeando con el acero élfico la rama marchita más cercana.




     -No hay nada aquí, Landon-, dijo, mirando de nuevo al grupo. -Este bosque está muerto desde hace tiempo. Korren, ¿vas a buscar leña o no?-

     El orco volvió a gruñir y finalmente se alejó hacia el otro lado de la carretera, adentrándose entre los áridos árboles del lugar.

     No se fue por mucho tiempo. Se oyó un grito que Nebulan interpretó primero como el de algún pequeño animal de caza en apuros, seguido por el sonido de madera quebrada y armadura raspada. Korren volvió a irrumpir a través de los árboles, gritando.

     -¡Araña!-

     Nebulan se río a su pesar.

     -¿Araña?-, repitió. -No me digas que tienes miedo de una pequeña...-

     No tuvo oportunidad de terminar. Con un estruendo de madera quebrada y astillada, una forma de pesadilla surgió de la línea de árboles y hacia la carretera. Era un arácnido de proporciones titánicas, más grande que Korren, con sus gruesos miembros erizados de pelo y sus ojos brillando por encima de unas fauces llenas de pinzas.

     Nebulan soltó un grito y se echó hacia atrás, buscando a tientas su arco. Korren había seguido corriendo hacia a los carros. Frenela gritaba. Sólo Landon no reaccionó. Se quedó clavado en el sitio, con los ojos muy abiertos, congelado mientras la criatura se abalanzaba sobre él.

     Lo arrastró hacia abajo, con sus pinzas hundiéndose, mordiendo sus holgada túnica. Nebulan intentaba tensar su arco, con los dedos temblando. Una parte de él no quería ver lo que ese horror le estaba haciendo a Landon.

     Antes de que pudiera apartar la vista, algo se clavó en la criatura, atravesando uno de sus ojos. Gritó y empezó a retorcerse sobre Landon. Nebulan se dio cuenta de que había sido golpeado por una ballesta. Se giró asombrado, a tiempo de ver a la enana a la que había rechazado en Morwind -Kehli- arrojando a un lado su ballesta y bajando de un salto de la parte trasera del carro en el que estaba encaramada.

     -Atrás-, gritó la enana mientras liberaba un pesado martillo de dos cabezas. Cargó contra la monstruosidad que se retorcía y le asestó uno, dos y tres golpes en la cara. Finalmente quedó inerte, aunque sus miembros siguieron retorciéndose de forma grotesca.

     -Buenas tardes a todos-, exclamó Kehli, sonriendo al grupo aturdido y limpiando el icor de araña de su mejilla.

     -¿De dónde has salido?- preguntó Frenela lentamente, atónita.


     -Bueno, de Valeheim, lo mismo que tú-, dijo Kehli encogiéndose de hombros, como si ir de polizón en un carro durante dos días fuera algo perfectamente normal.

     Se acercó a la araña muerta y le plantó una bota en el flanco bulboso, levantándola de Landon. Tras un momento de vacilación, Nebulan se unió a ella y miró al estudiante caído. Parecía haber quedado pálido y rígido; al principio Nebulan pensó que estaba muerto, hasta que se dio cuenta de que sus ojos estaban centrados en él.


     -¿Qué le ha hecho?-, preguntó a Kehli.


     -La maldición de Arachyura-, dijo la enana con lo que sonó como si se tratara de una afición. -Se dice que es de naturaleza mágica naturaleza mágica. La he visto antes. Puede paralizar a los débiles de voluntad sin ejercer fuerza física. A menos que pueda superarlo mentalmente, no se moverá durante unas horas-.

     -¿Por qué estás aquí?- Preguntó Nebulan, dirigiendo su atención a Kehli. "¡Yo... te dije que no podías unirte a nosotros!" 

     -Pues te vas a alegrar de que lo haya hecho-, replicó Kehli, levantando un dedo como para pedir silencio. Nebulan frunció el ceño y se dio cuenta de lo que había oído.

     El bosque circundante había empezado a gemir. Con él llegó un susurro creciente, acompañado por el crujido de las ramas y el chasquido de las hojas secas. El sonido crecía a su alrededor.

     -Más arachyura-, murmuró Kehli, cuyas palabras provocaron una oleada de miedo en el elfo. Una parte de él no quería creer a la extraña intrusa, pero ella parecía hablar muy en serio. -Todo un enjambre. Te has detenido justo en el borde de su zona de caza-.

     -Oh, dioses-, tartamudeó Frenela, agarrando el antebrazo de Nebulán. "¡Tenemos que volver, Neb! Nos comerán a todos".

     -Yo no recomendaría eso-, dijo Kehli. -No con la oscuridad cayendo. Lo mejor es quedarse quieto y encender un fuego-.

     Frenela miró a Nebulan, quien a su vez buscó a Korren, viéndolo encogido bajo uno de los carros como un niño aterrorizado. Frunció los labios y asintió.

     -Bien. Pero aún necesitamos esa leña-.

     Recogieron la madera más cercana lo más rápido posible. El sonido del enjambre que se acercaba hizo que ha Nebulan se le pusiera la piel de gallina, pero hizo lo posible por no pensar en ello mientras seguía las instrucciones de Kehli, colocando pequeños grupos de ramitas y ramas en un círculo alrededor de los carros.

     Por su parte, la extraña Dunwarr parecía más excitada que asustada. Nebulan encontró su pensamiento difícil de comprender. Detuvo a Frenela, que intentaba desesperadamente encender una chispa sobre una de las ramas rotas de madera muerta con un pedernal.

     -Tengo algo mejor que eso-, dijo, metiendo la mano en uno de sus bolsillos y sacando un frasco lleno de líquido transparente y varias bolsitas. Mientras Nebulan, Frenela y el encogido Korren la miraban, mezcló el polvo de las bolsitas en el frasco, lo agitó y vertió una cuidadosa gota del brebaje púrpura sobre la madera.

     Se encendió inmediatamente, desprendiendo llamas de color púrpura que se extendieron por toda la madera.

     -Esto debería permanecer encendido toda la noche-, dijo Kehli, pasando a la siguiente pila. -Se quema más lentamente y es más brillante que las llamas normales-.

     -Pensé que eras una despiadada vagabunda enana-", admitió Nebulan mientras observaba a Kehli encender los montones alrededor de los carros. Kehli le devolvió una sonrisa contagiosa, con sus rasgos iluminados por las llamas arcanas.

     -¡Ah, sí! Pero también soy miembro de la Liga de Alquimistas, entre otras cosas. Te sorprendería lo que se puede conseguir con unas cuantas tinturas selectas-.

     Las sombras se habían alargado mientras trabajaban. Los sonidos sibilantes y crepitantes procedentes del bosque circundante eran cada vez más fuertes. Nebulan captó un movimiento de desplazamiento en la oscuridad más allá de los fuegos. Se acercó a Frenela, si iba a morir aquí, lo haría a su lado. La idea puso un poco de acero en su alma temblorosa.

     -Estamos a salvo, siempre que nos mantengamos dentro de los fuegos-, dijo Kehli, sonando casi jovial. - ¿Por qué no apoyas al estudiante contra esa rueda, y os reunís? , tengo una o dos historias que puedo compartir para para que la noche pase más rápido-.

     El amanecer llegó lentamente, con una luz gris que penetraba en el bosque circundante, haciendo que las sombras se ocultaran bajo las ramas.

     Llegó justo a tiempo. Las fogatas púrpuras de Kehli se habían apagado, aunque seguían ardiendo, arrojando una iluminación irregular sobre el cansado grupo.

     En algún momento, Kehli se dio cuenta de que sus historias habían surtido efecto, lo peor del miedo que se había apoderado del pequeño grupo había desaparecido, de hecho, Frenela se había quedado dormida brevemente contra el hombro de Nebulan mientras terminaba su último relato, mientras que Korren incluso se había dejado convencer para salir de debajo del carro. Landon también parecía estar recuperando algo de movimiento en sus brazos y piernas, aunque todavía no había hablado.


     Kehli se levantó y estiró sus extremidades antes de acomodar su ballesta sobre su mochila. Los ruidos siniestros que casi los habían abrumado la noche anterior habían desaparecido, dejando el bosque muerto que los rodeaba en silencio.

     Miró brevemente al cansado grupo, después de todo no tienen mucho que hacer. Ella debería haberse dado cuenta de ello antes de que se pusieran en marcha. Sin embargo, había sido una noche interesante y había añadido otra historia a su repertorio. Comenzó a caminar por el sendero, más allá de las fogatas, por el camino que habían recorrido ayer. Nada se movía entre los árboles de ambos lados.

     -¿A dónde vas?- preguntó Nebulan, aparentemente sorprendido por la dirección que tomaba la enana. Ella miró hacia atrás y le dedicó su contagiosa sonrisa.

     -De vuelta a Valeheim-, dijo, como si fuera lo más obvio de todo Mennara.

     -Pero Sudanya está más adelante-, dijo Nebulan. – ademas ¿No quieres unirte a nosotros?-

     Kehli se encogió un poco de hombros.

     -Bueno, estoy buscando un grupo de aventureros al que pueda unirme, sí-, admitió. -Pero, sin ánimo de ofender, vosotros cuatro no os parecéis en nada a los héroes de los cuentos. Quizá en otra ocasión-.



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